Área de Carnaval
Previamente a apuntar datos concretos sobre la celebración de los Carnavales en Ciudad Rodrigo, del Carnaval del Toro, nos parece oportuno hacer un comentario acerca de esa afición, que se podría calificar de pasión de los mirobrigenses por el toro bravo, ya que ha sido el toro en definitiva quien ha definido y configurado al fin y al cabo, las fiestas mirobrigenses, y sin cuya figura corriendo por las viejas calles de trazado medieval no se podría entender por los mirobrigenses esta fiesta característica.
No hay que olvidar tampoco que quizás el factor determinante de la inclusión de este animal en la fiesta se deba a que nuestra Ciudad está enclavada en pleno Campo Charro, siendo considerada como la capital natural de esta singular comarca salmantina y, el Campo Charro, por sus condiciones naturales es una tierra perfecta para la cría del toro bravo.
Hoy día existen en la provincia de Salamanca más de ciento cincuenta ganaderías de reses bravas, lo que dado la extensión territorial de la provincia, de poco más de 12.000 km2. puede dar una idea del arraigo e importancia económica y social de este animal en nuestra tierra, que incluso aparece ya representado en algunas de las pinturas rupestres descubiertas en la zona junto al caballo, otro animal tan vinculado a las labores ganaderas.
De esta afición que los mirobrigenses han tenido a las fiestas taurinas y que pueden considerarse como precursoras del Carnaval, tal y como hoy se conciben, constan datos documentales muy precisos desde hace más de quinientos años.
Se conserva en el Archivo Histórico Municipal de nuestra Ciudad un documento fechado en 1418, que es una copia de las rentas de propios del concejo de Ciudad Rodrigo correspondientes al año 1417, relativo al arrendamiento de la explotación de la pesca de un tramo del río Águeda que dice así: “El piélago de la puente arrendólo Bertol Sánchez por seys años, e que faga las talanqueras quando oviere de correr toros e ponga el tabrado por día de Sanct Iohán o por las alegrías del rey”.
También en el rico Archivo Municipal y en el Archivo General de Simancas figura un documento idéntico expedido en Barcelona a 24 de septiembre de 1.493 por los Reyes Católicos que «dan un tirón de orejas» por decirlo de alguna manera a los regidores municipales por su desmedida afición a organizar festejos taurinos. Dada importancia de tal documento, al ser hasta ahora el más antiguo que se conoce que haga referencia a las fiestas de toros en Ciudad Rodrigo, extraemos algunos párrafos:
«Don Fernando e doña Isabel, por la gracia de Dios, rey e reina de Castilla, de León, etc. etc»
A vos el concejo, corregidor, alcaldes, regidores, escuderos, oficiales e omes buenos de la ciudad de Ciudad Rodrigo, salud y gracia. Sepades que al tiempo que Nos mandamos al licenciado Sancho de Frias que fuese a esa dicha ciudad a tomar e recibir la residencia del licenciado Francisco Vargas del tiempo que por Nos tuvo el oficio de corregimiento desa dicha ciudad le mandamos que tomase las cuentas de los gastos que de ciertos años a esta parte se habían fecho en esa dicha ciudad de los maravedis de los propios e rentas…
Por las dichas cuentas de los dichos gastos parece que cada año se gastan e distribuyen muchas cuantías de maravedis en comidas e bebidas e en colaciones por ende Nos vos mandamos que agora ni aqui adelante no gasteis ni se gaste de los propios e repartimientos desa dicha ciudad maravedis algunos en las dichas comidas e colaciones ecepto que el día de San Juan de junio de cada año que se pueda gastar fasta tres mil maravedis e non mas……
E otrosy por cuanto por los dichos gastos parece que en esa dicha ciudad se corren muchas veces toros e en ellos se hacen gastos demasiados, mandamos que de aqui adelante non se pague en esa dicha ciudad de los propios della ni por repartimiento mas de fasta seis toros cada año repartidos por las fiestas que a vosotros paresciere e bien visto fuer, lo cuales dichos toros, se carguen en las rentas de los propios de la dicha ciudad e se pongan por condicion al tiempo que se arrendaren a los que tomaren e que la carne e cueros dellos quede para los dichos arrendadores……..»
No sabemos si los mirobrigenses, a pesar del respeto que siempre mostraron a sus legítimos reyes, en este caso seguirían las reales indicaciones ya que en los libros de actas y otros documentos que se conservan en nuestro rico Archivo Histórico Municipal se sigue hablando de correr toros por las calles y cualquier pretexto era usado para organizar corridas de toros o novillos.
El nacimiento de un príncipe real, los hechos de armas favorables a los ejércitos de Su Majestad, la llegada de algún personaje importante a la Ciudad, todo era una justificación perfecta para correr toros. Anécdotas sobre los toros que han deambulado por las calles de Ciudad Rodrigo durante tantos siglos nunca han faltado y entre ellas entresacamos algunas.
En el siglo XVI el Papado anunció quedaban prohibidas bajo pena de excomunión las corridas de toros en cosos cerrados, algo que sin duda alguna fue considerado como una, entrecomillamos, «tragedia» en toda España y que hizo intervenir a reyes y autoridades, incluso religiosas, en pro de suavizar esta severa norma.
De cualquier forma, los mirobrigenses en un derroche de agudeza popular, se las ingeniaron para tener sus toros. Ya que estaban prohibidos los toros en plaza cerrada idearon abrir las puertas de la plaza y cerrar las de las murallas que circundan la ciudad. Si Roma prohibía los toros en cosos cerrados, nada decía de correrlos en «ciudades cerradas». La fiesta, el jolgorio y el bullicio con los bravos animales podía continuar.
Estas sueltas de toros no obstante dio lugar en una ocasión a un grave altercado entre la autoridad civil y militar de la plaza. Uno de los toros en sus corribandas por las calles fue a meterse en el castillo, enclavado dentro del recinto amurallado y el alcaide muy puesto en su lugar mandó apresar el cornupeta por haber invadido «zona militar » sin permiso. El pueblo, al quedarse sin su fiesta pidió a los castellanos que devolvieran el toro a la calle pero el alcaide se negó en redondo a soltarlo por lo que tuvo que intervenir la autoridad municipal, originándose un sonado pleito.
Otro toro llegó a meterse en el patio de una de las abundantes casas solariegas que aun se conservan repartidas por la ciudad. No sabemos si es que el toro no quiso salir o no lo dejaron pero el caso es que el recoleto patio sirvió de improvisado coso donde continuaron los lances toreros.
También, como curiosa anécdota por el lugar de su celebración, se han organizado corridas de toros a beneficio de los más necesitados, hasta en el campo de fútbol de la ciudad, patrocinadas por el famoso D. Baldomero, el cura (otro de los muchos religiosos mirobrigenses que conjugaba el cumplir su ministerio con la afición a la tauromaquia como más adelante veremos).
Tratar de dar una fecha al Carnaval mirobrigense es tarea difícil. Indudablemente una cosa es cierta, como hemos dicho, el toro siempre ha estado presente en todas las fiestas mirobrigenses. Ahora bien, desde cuándo están unidos Carnaval y toros es un tanto difícil de precisar.
Un acuerdo del Cabildo catedralicio, tomado en sesión celebrada el 23 de junio de 1525, prohíbe al chantre Juan de Silva y de Guzmán y a Cristóbal Fernández y a todos los demás miembros del Cabildo que sean máscaras y jueguen cañas, so pena de 100 ducados y, como que, transcribimos, «se ha publicado que el día de la Magdalena ha de haber máscaras y juegos de cañas, se manda que aquel día asistan todos a vísperas para que se vea que no van».
Los juegos de cañas, alardes y torneos eran cosa corriente en la Ciudad que desde muy antiguo, ya que como plaza fuerte situada en un estratégico lugar bajo el punto de vista militar sus ciudadanos tenían que estar siempre preparados para la guerra, organizándose también para el regocijo de las clases más populares corridas y capeas de toros, porque según justificaba Felipe II ante el papado en defensa de las mismas, las corridas de toros eran una actividad muy propia para que sus súbditos estuvieran acostumbrados a los trabajos y peligros de las guerras.
La importancia del acuerdo del cabildo catedralicio al que hacemos referencia estriba en que se cita textualmente que «ha de haber máscaras». La fecha de celebración es la que despista un poco, «el día de la Magdalena», que se conmemora el 22 de julio.
De todas formas, en ese tiempo y a través de este acuerdo capitular, y que en parecidos términos se repite en otro año posterior, se puede constatar que existen fiestas de toros y fiestas de máscaras, con lo cual ya se dan dos de las piezas típicas del Carnaval mirobrigense y que por cierto, el elemento clerical de la población no era tampoco ajeno a ellas.
Otra de las fechas claves sobre la celebración de Carnestolendas en Ciudad Rodrigo nos viene dada en la obra de Lope de Vega, «La Buena Guarda o la encomienda bien guardada» donde desarrolla un milagro del que ya se hace eco Gonzalo de Berceo en sus «Milagros de Nuestra Señora».
La obra de Lope de Vega fue terminada el 16 de abril de 1.610, y el manuscrito original coloca la acción en Ciudad Rodrigo, aunque después se tacharían todas las referencias a ciudades españolas, sutituyéndolas por nombres de ciudades extranjeras, quizá, dada la temática de la obra, con el fin de evitar censuras.
En ella podemos leer, en una intervención de uno de los personajes (Carrizo, el sacristán), refiriéndose a Ciudad Rodrigo, lo siguiente:
«¿En qué Indias, en qué Francias,
se celebra el Carnaval
con mayor solicitud?.
Más adelante agrega:
En la puerta estoy mejor:
desde aquí los quiero ver.
Ya pasan. Ya vuelve el son,
pues Carnestolendas son;
sotana no hay que temer.
La respuesta parece ser bastante clara, Lope, hacia el año 1.580, estudia en la Universidad de Salamanca y, también, posteriormente pasaría algunos años, desde 1.590 a 1.595, aproximadamente, tras ser desterrado de Madrid en Alba de Tormes, al servicio del Duque de Alba. Quizá en sus tiempos de estudiante visitara Ciudad Rodrigo durante sus fiestas o tal vez más adelante, cuando trabajara para el Duque de Alba, o sencillamente le llegaran comentarios sobre nuestras carnestolendas que posteriormente utilizaría en esta obra de teatro.
El siglo XVII fue terrible para Ciudad Rodrigo, las crisis sociales y económicas que afectaron a toda España así como las guerras con el vecino reino de Portugal asolaron de forma especial a estas tierras, despoblándose muchas dehesas y fincas, perdiéndose el cultivo de la tierra y muchas de las ganaderías de la comarca, lo que fue en detrimento de las fiestas populares y de toros, demostrado por la escasez de noticias de carácter lúdico que han quedado reflejadas en la documentación de la época. Se sabe que se celebraban todos los años corridas de toros el día de San Juan o en agosto con motivo de la festividad de la Virgen.
Con el siglo XVIII y la llegada de la dinastía de los Borbones a España, llega nuevamente a Ciudad Rodrigo la guerra, en este caso la de Sucesión que antes citábamos, ya que la Ciudad desde un primer momento ha levantado bandera a favor de Felipe V. La Ciudad es tomada por los portugueses que la saquean, arrasando los campos que la circundan.
Terminada esta destructiva guerra y con los nuevos aires que trae la Ilustración, la población va alcanzando poco a poco un mayor desarrollo económico y social, que se traduce en la construcción de numerosas obras públicas, religiosas y privadas.
Y también se recupera la alegría, las ganas de fiesta. En la sesión de 11 de febrero de 1.732 el Ayuntamiento toma el siguiente acuerdo:
«Ablose en este Ayuntamiento largamente en razón de aver pasado muchos años por la Calamidad y Contratiempos padecidos con la Guerra, sin que se ayan executado Corridas de toros enesta Ziudad, siendo así que se practicaba antes della una Corrida anual en cada un año para cuyo fin e efecto que llaman iunterias, contribuya con la porción de toros estipuladas en las Concordias entre Ziudad y tierra acerca de dichas yunterías y considerandose que de el restablecimiento aya corrida anual….
Añadiendo que todo ello sea para regocijo del pueblo, además de que con esta fiesta se contribuirá a atraer forasteros para beneficio y utilidad del comercio
Más adelante, en los libros de actas de ese mismo año, en la sesión de 21 de febrero, tenemos la primera referencia clara e irrebatible a la celebración del Carnaval en Ciudad Rodrigo, aunque tal y como hemos apuntado antes existen otras referencias anteriores a este festejo mirobrigense:
«Acordose que los Caballeros Comisarios que fueron para las tres corridas de nobillos que se ejecutaron en los tres días de Domingo, Lunes y Martes de las próximas pasadas Carnes Tolendas, libren en el efecto de ganancias de Carnicerías todos los gastos que se han echo para cerramiento de la Plaza y reduciendo dos doblones que se mandaron dar a dos mozos forasteros que en dichas tres corridas se ocuparon en sortear los expresados nobillos y que la cuenta que así libraron se haga buena en dicho efecto de carnicería.
Tenemos por lo tanto, tal y como decíamos anteriormente la primera referencia fehaciente y clara al Carnaval de Ciudad Rodrigo, pues no hay que olvidar la importancia de los libros de actas municipales desde un punto de vista notarial, federatario del desarrollo de la vida pública de una ciudad.
A partir de ese año de 1.732, los acuerdos sobre la celebración del Carnaval con corridas de toros o de novillos van apareciendo continuamente año tras año.
Se hacen los Carnavales, según consta en los libros de actas para divertimento y regocijo del pueblo, para (transcribimos literalmente del acuerdo carnavalero de 1.737) «desterrar en parte la melancolía originada por tan repetidas enfermedades que se han padecido y se están padeciendo».
Los gobernantes quieren que sus conciudadanos por unos días disfruten y se olviden un poco de las miserias y estrecheces de la época, parece ser que en aplicación del principio de los emperadores romanos del «panen e circus», al menos en su segunda parte.
En ocasiones en que las arcas del consistorio están vacías, se encarga a los dos regidores que ostentan el título de Comisarios de Fiestas que pidan a los ganaderos de la zona, llamada por los mirobrigenses «Socampana», los novillos para ser corridos durante las carnestolendas, o bien es algún regidor el que ofrece sus toros de forma desinteresada para el festejo.
Es tal el arraigo de este animal en las fiestas que nunca jamás, desde que tenemos noticia, han faltado en la celebración del Carnaval, con excepción de los duros años de la Guerra de la Independencia.
Hemos podido ver en un libro de actas, se llegaron a correr en una ocasión gallos, en el año 1.813, con motivo de la conmemoración de la liberación de la plaza el día de San Sebastián, que si bien es un festejo también bastante popular en muchos pueblos de España, son desde luego un pobre sustitutivo de las corridas de toros.
Ya en el presente siglo, concretamente en el año 1.909, que tuvieron lugar unas graves inundaciones que destruyeron muchas viviendas en el populoso barrio conocido como el Arrabal del Puente, fuera de murallas y al otro lado del río Águeda que baña la Ciudad, el Ayuntamiento se planteó la suspensión del Carnaval pensando que los mirobrigenses no tendrían especiales ganas de fiestas y con el fin de emplear los dineros de los toros en ayudar a los damnificados. El clamor popular en contra de esta idea consiguió que la propuesta no fructuficara y por acuerdo, se puede decir que unánime de todos los mirobrigenses, se corrieron los toros como manda la tradición.
Como testimonio de esta manifestación popular nos han quedado unas coplas de la época que dicen así:
Y queremos que haya toros,
blancos, negros o embolados
o aunque sean de cartón.
Siguiendo con el siglo, en 1.929 se publicaba una Real Orden prohibiendo las capeas de los pueblos, ante la evidente preocupación de las autoridades municipales que, como buenos mirobrigenses también, no concebían la fiesta sin este elemento tan peculiar de las mismas.
Gobernaba el Ayuntamiento D. Manuel Sánchez-Arjona y de Velasco, de familia de ascendencia andaluza, persona amable, educada y culta, y siempre preocupada por el bienestar de su Ciudad, llegando a aportar de su peculio y de forma anónima los dineros necesarios cuando éstos faltaban para cuadrar las cuentas municipales y al que el pueblo llano agradecido le impuso, por méritos propios el sobrenombre de «El Buen Alcalde», siendo así que hoy día, a pesar de los años transcurridos, Don Manolo o el Buen Alcalde, que de las dos maneras lo conoce el pueblo llano, es recordado con cariño y afecto por todos los mirobrigenses.
De sus gestiones y entrevistas con el General Primo de Rivera, a la sazón presidente del gobierno, sobre las que se cuenta, no sabemos si esto es cierto o una mera invención popular, que el general, ante la insistencia del Buen Alcalde, llegó a exclamar: «Pero, coño, Manolo, ¿como quieres que eche para atrás una Orden firmada por el Rey? Finalmente conseguiría de Primo de Rivera una fórmula para continuar las fiestas, el Gobernador Civil de la provincia recibiría instrucciones para que hiciera la vista gorda o mirara a otra parte para no ver las capeas de los Carnavales mirobrigenses.
El pueblo agradecido le sacó la siguiente canción:
Toreros de postín
nos trajo Don Manolo
cuando se fue a Madrid
a gestionar los toros.
Gracias debemos darle
pues si no es su gestión
nos quedamos sin toros
nos quedamos sin toros
en esta población.
Durante la Guerra Civil, a pesar de la tragedia que todo el pueblo español estaba viviendo y de la falta de juventud, también se celebraron los Carnavales, aunque, por supuesto, no con toda la alegría que caracteriza la fiesta.
Siguiendo la historia, durante el gobierno del General Franco los Carnavales, como todos sabemos, fueron tratados de eliminar o cuando menos de reducir a su mínima expresión.
Los Carnavales de Ciudad Rodrigo, al igual que los de algunas otras ciudades en las que no desaparecieron por completo, tuvieron, rizando el rizo, que disfrazarse, pasaron a identificarse como «Fiestas Tradicionales».
En Ciudad Rodrigo el nombre no cambió nada, para el pueblo seguían siendo Carnavales y solamente en los programas oficiales aparecía la denominación legal exigida de «Fiestas Tradicionales».
Todavía no hace muchos años, volvería a recuperar su nombre, éste sí efectivamente tradicional, sumándosele además un apellido que lo identifica y que lo singulariza, como si de una denominación de origen se tratara, el Carnaval del Toro.
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